27 ago 2010

La mayor herida


La mayor herida física que me ha provocado el Asperger es una quemadura cuya cicatriz actualmente mide unos 30 cm. en mi costado derecho, y déjenme explicarles el porqué le echo la culpa al síndrome:

Comenzaré por explicar que mis recuerdos de la infancia suelen ser un poco más claros y tempranos que los de las personas neurotípicas, y uno de los más interesantes es el hecho de que siempre he tenido la habilidad de pensar verbalmente, en todos mis recuerdos tengo la habilidad del habla mental aún cuando no había logrado aprender a expresarme de una forma audible.

A los 2 años yo era capaz de usar verbos conjugados y construir oraciones coherentes dentro de monólogos totalmente racionales, pero era extremadamente torpe al hablar, en mi caso el pensamiento siempre ha ido a miles de kilómetros de distancia de mi habilidad vocal. De hecho para aquellos que escuchaban mis balbuceos les parecía que yo era un poco inmaduro en ese aspecto (y en muchos otros, pero ese no es el caso en este momento).

Al no comprender el origen de mi problema, viví bajo la creencia de que todo el mundo podía pensar como yo e incluso imaginaba que existía una especie de comunicación mucho más completa al pensar en las palabras que al decirlas (algo así como telepatía). Esta fantasía fue reforzada por la intuición de mi madre que al casi adivinar mis pensamientos me daba la confianza de que mis soliloquios internos eran realmente escuchados así que, los primeros años de mi vida no me preocupé demasiado por desarrollar habilidades verbales habladas ya que consideraba que era todo un experto en la comunicación telepática, además de que, más tarde, al comenzar a conocer la comunicación escrita se me abrió todo un universo de probabilidades de expresión y comprensión.

Recuerdo que un día cuando tenía poco más de 3 años y en pleno apogeo de mi habilidad "telepática" estaba en mi cuan observando a mi madre a través de un pasillo que dejaba ver hasta la cocina, ella parecía muy enojada así que mantuve mis pensamientos en "voz baja" para no molestarla más, al parecer había discutido con mi padre. Cuando ella se acerco a la habitación lo hizo con una olla de aluminio humeante en las manos la cual coloco en una alacena que estaba a varios metros fuera del alcance de mi cuna, en ese momento, yo le pregunte: ¿mamá que hay en esa olla?, obviamente al hacer la pregunta de forma mental ella no me escuchó ni me contestó, yo atribuí su silencio a su molestia del momento y decidí pensar más fuerte: ¿mamá que traes en esa olla?, tampoco respondió, dio la vuelta y regresó a la cocina. Yo, con la profunda curiosidad de un Aspie en busca de una respuesta ausente, escalé el barandal de mi cuna y salté al piso, caminé hasta la alacena y me apoyé en las puntas de mis pies para ganar altura e investigar el contenido de la misteriosa olla, no alcanzaba, así que salté con todas mis fuerzas y jalé el borde de la olla para inclinarla y poder mirar, en ese momento la olla giró y la vi venir a toda velocidad hacia mi cabeza, mis instintos de supervivencia me hicieron poner la mano en alto para detenerla, pero el calor era demasiado así que quité la mano de inmediato y dejé solamente el dedo gordo de la mano derecha sosteniendo la olla a punto de volcarse sobre mí, cuando el calor comenzó a vencer la resistencia de mi dedito pensé con todas mis fuerzas y muchas veces: ¡mamá! ¡ven a ayudarme!, pero mi mamá nunca escucho mis pensamientos y el calor terminó por vencerme y el contenido de la olla cayó sobre mi costado derecho quemándome desde la axila hasta la rodilla.

Lo que sigue fueron meses de recuperación, ampollas reventadas y el triste despertar: Mis pensamientos no podían ser escuchados.

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